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lunes, 18 de enero de 2021

"Soy policía y voy a suicidarme": las 31 bajas en Fuerzas de Seguridad de las que no se habla

 

La lacra de los suicidios aumentó en 2020 respecto al año anterior. El caso del policía Koldo, que anunció su decisión final en una comisaría, acabó bien. No siempre sucede






DAVID LOPEZ FRIAS

Koldo. A, ex-agente de la Policía, entró aquel viernes por la tarde en una comisaría de la Ertzaintza de Bilbao. Koldo era de aquellos policías duros, de los que vivieron las peores época del terrorismo en el País Vasco. De los que sobrevivió a los años el plomo. Una de esas personas que parece irrompible, de tanto agacharse a ver si hay bombas bajo el coche. Koldo, ya jubilado, se dirigió esa tarde al mostrador y anunció:

- Buenas tardes. Vengo a presentar una denuncia.
- De acuerdo, ¿contra quién?
- Contra mí mismo
- ¿Contra usted mismo? ¿Pero qué ha hecho?
- Todavía nada, pero voy a hacerlo.
- ¿Y qué es lo que piensa hacer usted?
- Voy a quitarme la vida y necesito que alguien lo evite.

Sucedió el año pasado y es uno de los pocos casos con final feliz. De esas raras excepciones en las que un agente se da cuenta de que ha tocado fondo y opta por pedir ayuda. Koldo, de 62 años, está acabando su tratamiento y su evolución es muy positiva. Contra todo pronóstico, también salvó este match ball. Peor suerte corrieron los 31 compañeros de los cuerpos de seguridad del estado que se quitaron la vida en 2020.

El suicidio policial. El mal endémico que no cesa y que se ceba con los custodios de la seguridad en nuestra sociedad. Policías nacionales, municipales, autonómicos, guardia civiles y fuerzas de seguridad. Si fuesen una región de España tendrían una de las tasas más altas de suicidio del país. La tasa española es de 11 suicidios po cada 100.000 habitantes. La Policía Nacional, por ejemplo, con 65.000 efectivos y 11 casos en 2020, la tasa es de 16,92 por cada 100.000.

Una realidad incómoda que no se aborda con transparencia. Por los tabús dentro del cuerpo, por el estigma, por la poca voluntad política y por las muchas trabas administrativas para aprobar un protocolo de ayuda. Realidad incómoda, pero muy presente. Las cifras no dejan lugar a dudas: en 2020 creció el número de suicidios en este sector. 31 frente a los 29 que se dieron en 2019. Una línea ascendente. En 2017, EL ESPAÑOL publicó un reportaje que abordaba esta problemática. Se titulaba: “¿Por qué se suicidan los policías?”. Ahora, tres años más tarde, los policías se siguen suicidando. La vida (y la muerte) sigue igual.

Una hostia de realidad

En una escena de la película “En tierra hostil”, un veterano estadounidense de la guerra de Irak regresa a casa. El militar había sobrevivido a los más sangrientos atentados en Bagdad. Pero vuelve a América y la rutina resulta mucho peor que el frente de batalla. Se va al supermercado y sufre casi una crisis existencial en el pasillo de los cereales. Está desbordado porque no sabe cuál escoger.

Es de algún modo, lo que le sucedió a Koldo, el agente que se puso una denuncia para que evitasen su suicidio. Después de haber sufrido en sus propias carnes los episodios más sangrientos de nuestro país, de vivir durante años en una carga de adrenalina diaria, llega la jubilación. La calma. El mundo real. Un escenario que no todos los agentes saben afrontar. La rutina, la maldita rutina que puede matar.

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“A Koldo le pasó lo mismo que a mí: es del norte, pero al retirarse decidió mudarse al sur. Buscaba una estabilidad, unos alicientes o una alegría que no encontró, No le fue bien y se volvió a casa. Y cuando desconectó del trabajo, después de consagrar su vida a proteger a los demás, la rutina se le hizo insoportable”, cuenta Alberto Martín, presidente de la AAPSP (Asociación Andaluza Preventiva del Suicidio Policial).

Registros desde 2016

Alberto es la persona que recogió el guante y creó esta asociación ad hoc para intentar acabar con esta lacra. Porque por su cabeza también hubo un momento en el que pasó la idea del suicidio. Él, ex-policía jubilado de la Ertzaintza, de los que también sobrevivió a 

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