A Luismi, un hombre UAR
El día 28 de noviembre del 2022, a las 12:40 horas, se recibió una llamada en el COS de la Comandancia de Santander: “Soy un compañero del GEAS, Carmelo Calonge… Acabamos de tener un accidente con la embarcación… Necesitamos una ambulancia urgentemente a la base del Servicio Marítimo”.
Por Laiana Castellanos
Cuando estás en mitad del mar, solo, y apenas divisas el eco de las sombras de un puerto en tierra firme, solo te queda el ruido de las olas, el solitario sabor de la sal y el frio mojado que te amenaza. Luismi, Jaime, Carmelo y Capelli estaban allí. Solos. Y ya no les quedaba tiempo.
Enseñanzas
Su humildad le da poder. Su estructura interior, compuesta por tierra, aire, agua y fuego forma la esencia que lo convierte en un ejemplo. Luis Miguel López Pérez siempre tuvo la necesidad de ajustar hacia el extremo, buscando su límite. Y en ese aprendizaje continuo en el que se convirtió su vida, se instaló dentro de él el espíritu de la Unidad.
Veinte años de servicio en la Unidad de Acción Rápida UAR, primero como Guardia Civil del Grupo de Acción Rural GAR, y después como instructor del Centro de Adiestramientos Especiales CAE, conformaron la materia intangible con la que dio una clase magistral, absoluta y sorprendente. Fue el 28 de noviembre de 2022, cuando la hélice de la embarcación en la que preparaba ejercicios acuáticos para los alumnos, le seccionó su pierna izquierda.
Había enseñado a cientos de hombres y mujeres. Les mostraba cómo abrir la mente para que penetrara en ellos la esencia de la UAR, y en definitiva, a ser mejores profesionales. Como los sabios, conocía el secreto del fracaso que supone cerrarse dentro de sí mismo. “Siempre hay algo que aprender, y quizá el día de mañana, lo que has aprendido te puede servir”. El sargento 1º Jaime Beltrán y el guardia civil Carmelo Calonge, ambos del GEAS de la Rioja, fueron alumnos suyos, precisamente de Sanidad Táctica en Combate (TCCC). Ambos estaban en la barca junto al sargento del CAE Alejandro M. Capelli.
De Luismi aprendieron que desangrarte es lo primero que acaba contigo. En tres minutos la vida se te va. Si tienes problemas respiratorios, tardarás 5 minutos en morir, y si entras en shock, una hora. Aprendieron la importancia de la presión directa sobre una herida y les dijo que el torniquete funcionaba. Lo que no sabían ninguno de los cuatro es que el destino les tenía preparada una macabra sorpresa.
Aquellas clases regresaron automáticamente del archivo de sus memorias cuando tuvieron que ponerlas en práctica con él. Fueron ellos tres, los compañeros que le salvaron la vida aquel día frío y oscuro, cuando la barca con la que navegaban se empotró en un banco de arena a un kilómetro y medio de la bahía de Santander. “Estoy siempre rodeado de buena gente – dice – Todos los que iban en la barca el día del accidente fueron mis alumnos, y me lo han devuelto así. Salvándome la vida”.
Amanecer
¿Y si me hubiera muerto? A los pocos días del accidente, cuando ya de noche se quedó sólo en la habitación del hospital, miró para atrás y se hizo esta pregunta. “Aunque tengo 50 años, que no es mucho, he vivido bastante. He tenido muchas experiencias, algunas irrepetibles. No todo el mundo puede tener esas oportunidades de haber vivido todo lo que he vivido”.
Si el accidente que sufrió se hubiera contemplado en una de sus clases, todos hubieran asegurado que esa persona se moría. Sin ninguna duda. “Si a una persona en medio del mar, una hélice le corta la pierna como a mí me sucedió, que era como una tubería sin grifo, el pronóstico hubiera sido la muerte. Creo que todos los instructores estarán de acuerdo conmigo”.
Sin embargo, él puede contarlo. Un cúmulo de casualidades a su favor, unos compañeros que hicieron lo que tenían que hacer y sobre todo, el dominio de una mente de hierro que trabajaba como una máquina de sentido común y una capacidad insólita donde no existía espacio para la rendición, actuó como un resorte que ensamblaba las teselas que conforman el mosaico de un héroe.
Aquel día, antes del amanecer, cinco compañeros de la Guardia Civil quisieron correr juntos, como casi todas las mañanas. Al terminar el entrenamiento, el sol trataba de iluminar el mayor estuario de la costa norte de España, arrojando sobre la bahía de Santander algunos tímidos rayos que, inútilmente, trataban de calentar el Sardinero. La lucha del sol con las plomizas nubes, no presagiaban oscuros augurios, todo lo contrario. Decidieron inmortalizar ese mágico momento con un Selfie muy especial.
En Equipo
Luismi estaba al timón de una embarcación semirrígida del GEAS, a kilómetro y medio de la base del Servicio Marítimo de Cantabria. Con él, el sargento 1º Jaime, el sargento Capelli y el guardia civil Carmelo. La primera par
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