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lunes, 21 de agosto de 2023

La triste muerte de un guardia civil que protegió a Pedro Sánchez

 

Una mujer de 72 años se saltó un stop y embistió la moto que conducía Javier Gutiérrez, de 48 años. Murió en el acto. Iba de camino a ver a sus dos hijos menores de edad








Nunca alcanzó su destino. En vez de él llegó la noticia de su muerte. Sorpresiva, inesperada, terrible. Los dos hijos de Javier le esperaban con ansia. Le veían menos desde que sus padres se separaron. Por eso la certeza de su visita les tenía especialmente alegres. Primero fue el retraso sin explicación, después las llamadas al móvil no descolgadas y finalmente la noticia de su fallecimiento que llegó como un puñetazo seco y brutal en el estómago.
Ocurrió el viernes, a eso de las cinco de la tarde en el término municipal de Berrocalejo de Aragona, Ávila. Una mujer de 72 años, Concepción, salió a la carretera sin respetar el stop: si miró o no, solo lo sabe ella. Lo que es incontrovertible es que no hizo la parada obligatoria a la que le obligaba la señal y esa maniobra acabó con la vida de un hombre al que esperaban sus dos hijos.
Dos días después, este domingo, su familia y sus amigos, de riguroso negro, y sus compañeros y amigos, de verde militar, le despidieron en un multitudinario entierro. Trabajaba en el servicio cinológico de la Guardia Civil con sede en El Pardo, Madrid. Sus dos perros también asistieron al entierro. Con la cabeza gacha y sin querer separarse de la tumba.
Porque la vida profesional de Javier siempre estuvo vinculada a los perros. Amaba los animales, a todos, pero especialmente a los suyos. Cuando estuvo destinado en La Moncloa, acudía con su perro especialista en explosivos a los lugares que iba a visitar el presidente Pedro Sánchez. Y cuando él llegaba se mantenía vigilante en un segundo plano.
Antes de La Moncloa tuvo destinos donde realizó extraordinarios servicios: Javier, junto a Aris, su can, descubrieron 82.000 euros en la casa del sindicalista de la UGT Juan Lanzas. Cuando le preguntaron qué había dentro de la caja de la máquina de escribir que tenía bajo la cama de matrimonio, Lanzas, conocido como el conseguidor, no tuvo tiempo de responder. El perro de Javier, especializado en la localización de dinero, arrimó el hocico y ladró: billetes.
Los había de 50 y 100 euros, pero de los que más había era de 500 euros. En el aquel momento se sospechó que su origen eran las comisiones que cobraba en los ERE 

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