El policía, que instruye a los aspirantes a su unidad de élite, ha asaltado buques en alta mar, ha desmantelado células terroristas, ha hecho rescates..
Quince agentes aguardan, parapetados, en el rellano y en las escaleras del edificio, frente a la puerta del piso. Otros tantos se mantienen en tensión en el exterior. Hay siete yihadistas atrincherados en el interior del apartamento de la calle Martín Gaite, Leganés (Madrid). Tienen explosivos y armas. Y han llamado a sus familias para despedirse. Van a suicidarse.
Los miembros del GEO (Grupo Especial de Operaciones) lo saben. En torno a las nueve de la noche de aquel 3 de abril de 2004, unas semanas más tarde de los atentados del 11 de marzo, derriban la puerta del inmueble.
Entre ellos hay un experimentado policía, curtido durante años en la lucha contra ETA, que responde al nombre de Pelayo Gayol. Durante los tres minutos siguientes a derribar la puerta, el agente, con el resto de sus compañeros, exige a los terroristas que salgan. Del interior surge una respuesta, en forma de desafíos y disparos:
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