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domingo, 8 de enero de 2023

Felipe, el guardia civil barbudo que huele a aguacate


Felipe es uno de esos tipos que cae bien. Tiene labia, carisma y una de esas barbas que los niños estiran encantados. La tiene muy cuidada y huele fenomenal. 


FOTO KIKE TABERNER



Cuando se presenta y te da la mano, al mismo tiempo, Felipe te abraza con la agradable fragancia de su barba. Aunque él lo tiene fácil: su mujer lleva un salón de belleza en Mislata (Begoña Falcó) frente a un parque donde reina una imponente escultura de Miquel Navarro, el gran artista del barrio.



Begoña y Felipe llevan viviendo en Mislata desde 2004, pero él, hijo del jefe de cocina de La Hacienda, un conocido restaurante en los 80 y los 90, es de Manises. El hijo no tenía una vocación clara. Felipe era uno de esos niños que solo querían ser futbolista. Pero la suya fue una de las últimas promociones que tuvo que hacer el servicio militar y ahí, en el Ejército, encontró su sitio. Hizo la mili con 18 años y a los seis meses de acabar, con 19, se hizo militar profesional.

Ya han pasado 22 años y Felipe terminó entrando en la Guardia Civil. En su regimiento encontró una familia. La camaradería le atrapó. “Haces unos núcleos de amistad muy fuertes. Es gente con la que estás mucho tiempo. Te tiras toda una semana de maniobras con ellos y el viernes, cuando vuelves, te va de fiesta con los mismos. Luego descansas el domingo y el lunes te vuelves a juntar con los compañeros. A mí me gusta la actividad, el deporte, y lo del patriotismo ya te va entrando después. Con 19 años no entiendes de política pero sí que te gusta la aventura. Subes en helicóptero, en barco, te vas al extranjero… Todos los nanos hemos jugado a ser soldados y esto es como hacerlo en serio”.


Este barbudo habla con devoción de sus compadres de la unidad de inteligencia de Infantería en la que pasó unos años magníficos. Luego cada uno tomó su rumbo, pero aún se llaman cuando uno ha sido padre y quedan de vez en cuando a tomar unas cervezas y a jugar al futbolín en la plaza del Cedro. Su cuartel estaba en la Alameda y muchos viernes, antes de volver a Manises, Felipe llevaba a varios compañeros a la Estación del Norte. Pero otros entraban en un bar y llegaban a la estación con el tiempo justo para no perder el último tren.

Después llegaron las misiones. Porque a Felipe Pastor le va la marcha y recuerda con excitación los conflictos de Afganistán y de Irak, donde pasó cua


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