El guardia civil Antonio Molina reivindica la esencia del cuerpo, denuncia la falta de recursos y expone la complejidad de controlar la inmigración irregular sin perder la dimensión humana, mientras cuestiona la estrategia comunicativa de la institución.
Antonio Molina, presidente provincial de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) y agente con dos décadas de experiencia, sostiene que la misión del cuerpo sigue siendo tan clara como compleja: “Nuestro trabajo es no permitir que entren personas de forma ilegal a nuestro país”.
Hoy, con la perspectiva que da la experiencia, asegura que la Guardia Civil está en un momento crucial. Mientras la institución intenta conquistar audiencias jóvenes a través de redes sociales, él duda de la estrategia: “Vamos demasiado rápido. Mucho TikTok, mucho vídeo… pero ese no es el mensaje que debemos enviar”. Para Molina, la Guardia Civil debe mantener la esencia que la convirtió en una de las instituciones más respetadas del país.
En su día a día, relata, la realidad supera cualquier teoría. “Cuando un ciudadano tiene un problema, llama a la Guardia Civil”, repite. Robos, violencia, accidentes, emergencias médicas e incluso levantar del suelo a una persona mayor que ha caído y lleva horas esperando: “Somos nosotros quienes acabamos entrando en su casa a ayudar. Estamos para todo”.
Sin embargo, mientras crece la demanda social, los recursos no acompañan. Falta personal, faltan medios y faltan vehículos. Molina describe una escena habitual: agentes que no pueden salir de patrulla porque no hay un coche operativo, o que trabajan con vehículos de más de 300.000 kilómetros, con radiocasete y averías constantes. “No es normal. No tiene sentido”, sentencia.
El tema migratorio, admite, genera fricción en el debate público. La Guardia Civil, recuerda, tiene competencia directa en frontera y fiscal. Su labor es impedir accesos irregulares, pero también ate
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